miércoles, junio 28, 2006
Laberintos
Cuentan los hombres dignos de fe (pero Alá sabe más) que en los primeros días hubo un rey de las islas de Babilonia que congregó a sus arquitectos y magos y les mandó construir un laberinto tan complejo y sutil que los varones más prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían. Esa obra era un escándalo, porque la confusión y la maravilla son operaciones propias de Dios y no de los hombres.
Los dos reyes y los dos laberintos. Jorge Luis Borges
Un laberinto es un lugar formado por calles y encrucijadas, intencionadamente complejo para confundir a quien se adentre en él.
El laberinto debe su nombre a la legendaria construcción diseñada por el inventor Dédalo a pedido del rey Minos de Creta para mantener preso a su hijo Minotauro (monstruo mitad hombre, mitad toro), que acabó muerto por Teseo, quien se adentró en los inextricables pasillos dejando una huella de hilo (que le había dado la princesa Ariadna, hermana del monstruo).
Aunque no ha sido identificado positivamente ningún sitio en Creta como el laberinto del Minotauro, en Cnossos se encontraron monedas del siglo III antes de Cristo con el símbolo del laberinto en ellas.
El significado cultural y la interpretación del laberinto como símbolo es muy rico. En la prehistoria los laberintos dibujados en el piso servían quizá como trampas para los espíritus malevolentes o más probablemente como rutas definidas (coreografías) para danzas rituales. En varias culturas el laberinto también es asociado a ritos de iniciación que implican la superación de alguna prueba.
Durante la época medieval se le da una nueva interpretación a la figura del laberinto, entonces aparece el laberinto teocéntrico que simbolizaba el duro camino hasta Dios con una sola entrada (el nacimiento) y un centro claramente definido (Dios).
En el Renacimiento los laberintos pierden el centro: la persona en el laberinto es el centro, un reflejo de las enseñanzas humanistas antropocéntricas.
Los laberintos físicos, los dibujados en papel y aquellos recreados en nuestra mente a la manera de mandalas pueden ser empleados para la creación de un espacio espiritual, de meditación, un lugar donde los planos visibles e invisibles se fusionan.
Los laberintos no son exclusividad de una religión pueden ser recorridos por personas de distintas creencias, religiones, credos o prácticas espirituales; ellos retienen, mueven y desarrollan la energía espiritual, al recorrerlo se experimenta un sentimiento de paz en el corazón, el alma y el espíritu, el laberinto es un viaje al interior de uno mismo, hacia el propio ser.
El círculo es universalmente reconocido como símbolo de totalidad y unidad; la espiral, de transformación y crecimiento.
El camino hacia adentro facilita la limpieza y aquietamiento de la mente; el espacio central es un lugar de meditación y contemplación para permanecer receptivos a las bendiciones del silencio; el camino hacia afuera, conduce a la integración de la creatividad y el poder amoroso del alma en el mundo. Si se recorre con la mente y el corazón abiertos, el laberinto se convierte en un espejo que responde a las preguntas acerca de quiénes somos y dónde estamos en nuestra vida.
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