
En el libro “T” de la Goldendawn se resume el conocimiento de la orden en el tema del tarot; al inicio del mismo, se menciona al ángel HRU como aquel que preside las operaciones de ésta sabiduría secreta, para a continuación dar una detallada explicación de los significados y modo de empleo de los arcanos. En la misma línea Israel Regardie en sus libros sobre la Aurora Dorada y Aleister Crowley en su libro de Toth, mencionan a HRU, el segundo de ellos se extiende un poco más acerca de la necesidad de invocar su presencia.
En el sistema de magia Enoquiana HRU es uno de los así llamados cacodemonios, ó angeles elementales, pero al parecer el Gran Ängel del Tarot es una síntesis entre el Dios Horus egipcio "el que todo lo ve", y el Dios Toth “la lengua de Ptah y Ra”, lo cuál no está nada mal para una entidad encargada de develar secretos.
A lo largo del año me volví a interesar en el estudio del Tarot, al cuál tenía un poco de lado por atender temas de astrología, y en distintas ocasiones me he puesto a invocar a HRU, solicitando su ayuda en mis tiradas. La forma que ha adoptado para manifestarse ante mí durante mis meditaciones es la de un hombre de mediana edad con la cabeza a rape y vestido de negro, que en algo recuerda al retrato de Arnolfini de Jan Van Eick. La primera vez que lo visualicé, estaba de pie con las 78 cartas del tarot formando un círculo alrededor de él; es un tipo agradable con una mirada inteligente, aunque no es precisamente cálido pues pertenece a la esfera de Hod,y hay algo de sarcasmo en sus modos.
El caso es que necesitaba aclarar algunas cosas con respecto a mi vida mundana, por lo que decidí hacer algo de meditación previa a una tirada de Tarot. Una vez que sentí que había alcanzado cierto grado de profundidad me puse a repetir en silencio el nombre del ángel hasta que lo vi sentado frente a una mesa con el tarot en la mano, me miró a los ojos y comenzó a lanzar una cruz celta para luego destapar una a una las cartas en el orden que yo acostumbro. Yo solo era un espectador del proceso y algunas de las cartas que salieron no eran del todo de mi agrado, sin embargo debo reconocer que el mensaje que me daban era muy claro y se me empujaba a reconocer algunas situaciones que debo encarar. Fue una experiencia muy interesante que se desarrollo espontáneamente; al terminar HRU me miró con una sonrisa de complicidad como queriendo indicarme que la interpretación corría por mi cuenta, por lo que le di las gracias antes de salir de la meditación.
En el sistema de magia Enoquiana HRU es uno de los así llamados cacodemonios, ó angeles elementales, pero al parecer el Gran Ängel del Tarot es una síntesis entre el Dios Horus egipcio "el que todo lo ve", y el Dios Toth “la lengua de Ptah y Ra”, lo cuál no está nada mal para una entidad encargada de develar secretos.
A lo largo del año me volví a interesar en el estudio del Tarot, al cuál tenía un poco de lado por atender temas de astrología, y en distintas ocasiones me he puesto a invocar a HRU, solicitando su ayuda en mis tiradas. La forma que ha adoptado para manifestarse ante mí durante mis meditaciones es la de un hombre de mediana edad con la cabeza a rape y vestido de negro, que en algo recuerda al retrato de Arnolfini de Jan Van Eick. La primera vez que lo visualicé, estaba de pie con las 78 cartas del tarot formando un círculo alrededor de él; es un tipo agradable con una mirada inteligente, aunque no es precisamente cálido pues pertenece a la esfera de Hod,y hay algo de sarcasmo en sus modos.
El caso es que necesitaba aclarar algunas cosas con respecto a mi vida mundana, por lo que decidí hacer algo de meditación previa a una tirada de Tarot. Una vez que sentí que había alcanzado cierto grado de profundidad me puse a repetir en silencio el nombre del ángel hasta que lo vi sentado frente a una mesa con el tarot en la mano, me miró a los ojos y comenzó a lanzar una cruz celta para luego destapar una a una las cartas en el orden que yo acostumbro. Yo solo era un espectador del proceso y algunas de las cartas que salieron no eran del todo de mi agrado, sin embargo debo reconocer que el mensaje que me daban era muy claro y se me empujaba a reconocer algunas situaciones que debo encarar. Fue una experiencia muy interesante que se desarrollo espontáneamente; al terminar HRU me miró con una sonrisa de complicidad como queriendo indicarme que la interpretación corría por mi cuenta, por lo que le di las gracias antes de salir de la meditación.