20 He aquí yo envío el Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado. -->21 Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión: porque mi nombre está en él. -->22 Pero si en verdad oyeres su voz, é hicieres todo lo que yo te dijere, seré enemigo á tus enemigos, y afligiré á los que te afligieren. -->
Los versículos anteriores también están tomados del éxodo, y en mucho nos recuerdan al concepto de Santo Ángel Guardián, manejado por la Tradición Mágica Occidental. Llama la atención la frase “mi nombre está en él”. Como habíamos visto, el nombre más sagrado de Dios en la Biblia es el tetragrámaton –IHVH- el cuál permite doce permutaciones al transliterar las letras. En muchas partes del antiguo testamento encontramos indicios de que en el pensamiento hebreo estaba presente la noción de la astrología como parte de su visión cosmológica. Doce tribus de Israel, doce piedras en el pectoral del sumo sacerdote, doce varas de mando. La visión de Ezequiel con sus cuatro santas criaturas que se corresponden con los signos fijos del zodiaco.
En la entrada anterior vimos como 72 es un número importante en astrología pues corresponde a las subdivisiones que resultan de partir los tres decanatos que existen en cada signo astrológico, cada signo posee 30 grados, treinta por doce, treinta y seis -una tradición judía asegura que el mundo se sostiene en los Hasidei Ummot Haolam, los treinta y seis hombres justos-. La razón de esa partición es porque se dice que cada decanato está regido por un planeta y en los primeros cinco grados su fuerza está exaltada y en los siguientes en detrimento.
Así pues los cabalistas habían encontrado la forma de derivar 72 nombres divinos a partir de los versículos de la Éxodo, hay que enfatizar que esta búsqueda afanosa de los nombres de Dios es parte fundamental del quehacer cabalístico; no olvidemos que Según la Cábala, la potencia divina reside en el Verbo, en la Palabra, entonces A Dios como existencia, también le corresponde una serie de nombres de acuerdo a la manera que escoge para manifestarse. La lógica del pensamiento cabalístico se basa en un principio relativamente simple: si los textos Sagrados son inspiración directa de Dios, que simplemente usó un redactor humano como amanuense, esa emanación directa de Dios se plasma en un texto absoluto en el que el azar se reduce a cero.En la escritura revelada por Dios no puede haber nada que se sea fruto de la casualidad. Una emanación directa y voluntaria de Dios tiene que participar de su propia perfección. Por lo tanto , el libro, que es parte de Dios mismo, resulta ser un sistema perfecto, a través del cuál, por medio de su estudio, el hombre puede remontarse a la comprensión de la obra divina trascendiendo sus propios limites; el hombre puede elevarse por encima de las limitaciones de su ser hasta la inteligencia de Dios. El Libro es una escalera para llegar a Dios. El no puede repudiar un acercamiento del hombre, puesto que le ha legado las claves de su obra en el Libro sagrado. La comprensión de la obra de Dios implica el conocimiento del mundo y de sus mecanismos. Conocer es poder. De ese modo la Cábala conduce al poder. El conocimiento absoluto de la palabra clave, los Nombres secretos de Dios.
El conocimiento del Nombre de una cosa otorga poder sobre ella. EL conocimiento del Nombre del Creador, del principio máximo, otorga poder sobre su obra, es decir, sobre la creación misma. Es el poder sin límites. Cuando el portador del nombre lo pronuncia sus ondas vibratorias se expanden concéntrica mente hacia innumerables centros. Ese sonido emitido, esa enunciación de la idea de Dios. es lo que los pitagóricos llamaban la música de las esferas.
Retomando el tema del Shem haMephoresh, lo que en realidad buscaban los cabalistas era una forma de canalizar la energía que se despliega a lo largo del año zodiacal, la partición en decanatos –diez grados- del zodiaco ya era una aproximación bastante precisa para diferenciar la naturaleza de la fuerza, pero el decanato permite una última división para precisar si la energía es expansiva es decir, si se manifiesta hacia el exterior, ó recesiva, si se concentra en el interior. Ahora bien, Dios habita el mundo divino –Atziluth-, en las siguientes emanaciones que van desde lo sutil hasta lo denso; Mundo Briahtico ó Arcangélico, Mundo Yetzirahtico ó Angélico, y Mundo Assiáhtico ó material, es donde el cabalista puede trabajar a través de las fuerzas que Dios dispuso para regir al universo, una vez que se ha obtenido el conocimiento del nombre divino, lo que resta es averiguar a que fuerzas angélicas hay que acudir para emplear el poder que da el conocimiento de los nombres divinos.
Y bueno, no puedo agotar el tema sin extenderme demasiado, así que prefiero dejar el resto para la siguiente entrada.
Los versículos anteriores también están tomados del éxodo, y en mucho nos recuerdan al concepto de Santo Ángel Guardián, manejado por la Tradición Mágica Occidental. Llama la atención la frase “mi nombre está en él”. Como habíamos visto, el nombre más sagrado de Dios en la Biblia es el tetragrámaton –IHVH- el cuál permite doce permutaciones al transliterar las letras. En muchas partes del antiguo testamento encontramos indicios de que en el pensamiento hebreo estaba presente la noción de la astrología como parte de su visión cosmológica. Doce tribus de Israel, doce piedras en el pectoral del sumo sacerdote, doce varas de mando. La visión de Ezequiel con sus cuatro santas criaturas que se corresponden con los signos fijos del zodiaco.
En la entrada anterior vimos como 72 es un número importante en astrología pues corresponde a las subdivisiones que resultan de partir los tres decanatos que existen en cada signo astrológico, cada signo posee 30 grados, treinta por doce, treinta y seis -una tradición judía asegura que el mundo se sostiene en los Hasidei Ummot Haolam, los treinta y seis hombres justos-. La razón de esa partición es porque se dice que cada decanato está regido por un planeta y en los primeros cinco grados su fuerza está exaltada y en los siguientes en detrimento.
Así pues los cabalistas habían encontrado la forma de derivar 72 nombres divinos a partir de los versículos de la Éxodo, hay que enfatizar que esta búsqueda afanosa de los nombres de Dios es parte fundamental del quehacer cabalístico; no olvidemos que Según la Cábala, la potencia divina reside en el Verbo, en la Palabra, entonces A Dios como existencia, también le corresponde una serie de nombres de acuerdo a la manera que escoge para manifestarse. La lógica del pensamiento cabalístico se basa en un principio relativamente simple: si los textos Sagrados son inspiración directa de Dios, que simplemente usó un redactor humano como amanuense, esa emanación directa de Dios se plasma en un texto absoluto en el que el azar se reduce a cero.En la escritura revelada por Dios no puede haber nada que se sea fruto de la casualidad. Una emanación directa y voluntaria de Dios tiene que participar de su propia perfección. Por lo tanto , el libro, que es parte de Dios mismo, resulta ser un sistema perfecto, a través del cuál, por medio de su estudio, el hombre puede remontarse a la comprensión de la obra divina trascendiendo sus propios limites; el hombre puede elevarse por encima de las limitaciones de su ser hasta la inteligencia de Dios. El Libro es una escalera para llegar a Dios. El no puede repudiar un acercamiento del hombre, puesto que le ha legado las claves de su obra en el Libro sagrado. La comprensión de la obra de Dios implica el conocimiento del mundo y de sus mecanismos. Conocer es poder. De ese modo la Cábala conduce al poder. El conocimiento absoluto de la palabra clave, los Nombres secretos de Dios.
El conocimiento del Nombre de una cosa otorga poder sobre ella. EL conocimiento del Nombre del Creador, del principio máximo, otorga poder sobre su obra, es decir, sobre la creación misma. Es el poder sin límites. Cuando el portador del nombre lo pronuncia sus ondas vibratorias se expanden concéntrica mente hacia innumerables centros. Ese sonido emitido, esa enunciación de la idea de Dios. es lo que los pitagóricos llamaban la música de las esferas.
Retomando el tema del Shem haMephoresh, lo que en realidad buscaban los cabalistas era una forma de canalizar la energía que se despliega a lo largo del año zodiacal, la partición en decanatos –diez grados- del zodiaco ya era una aproximación bastante precisa para diferenciar la naturaleza de la fuerza, pero el decanato permite una última división para precisar si la energía es expansiva es decir, si se manifiesta hacia el exterior, ó recesiva, si se concentra en el interior. Ahora bien, Dios habita el mundo divino –Atziluth-, en las siguientes emanaciones que van desde lo sutil hasta lo denso; Mundo Briahtico ó Arcangélico, Mundo Yetzirahtico ó Angélico, y Mundo Assiáhtico ó material, es donde el cabalista puede trabajar a través de las fuerzas que Dios dispuso para regir al universo, una vez que se ha obtenido el conocimiento del nombre divino, lo que resta es averiguar a que fuerzas angélicas hay que acudir para emplear el poder que da el conocimiento de los nombres divinos.
Y bueno, no puedo agotar el tema sin extenderme demasiado, así que prefiero dejar el resto para la siguiente entrada.
1 comentario:
Pienso que uno de los axiomas más interesantes y sugerentes dentro de la plena afirmación de la magia como una forma creacionista, es la afirmación que algunos libros considerados sagrados, tienen también una reverberante connotación mágica, exegéta y poderosamente simbólica. La literatura religiosa del mundo está concentrada en esa idiosincracia ritualista que demuestra que la magia, el verbo creador de la voluntad humana inherente a lo divino, es eminentemente Verbal . Una axioma tal vez confuso, pero absolutamente coherente con la idea que el pensamiento religioso, es de hecho mágico en si mismo, en su enorme amplitud conceptual, preminente en la idea de unir al Dios ( como elemento cognoscitivo del pensamiento humano más primitivo ) y la razón pura.
Otros de tus extraordinarios post, Sator. Que placer leer aqui.
besos!
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